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Somos un fractal del todo


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A los humanos nos gusta pensar que estamos en la cima de la conciencia. Que nuestra capacidad de pensar, analizar y recordar nos separa de todo lo demás: de los animales, las plantas, las piedras, los ríos, las estrellas. Que somos los únicos capaces de experimentar la realidad con profundidad.

Pero, ¿y si la conciencia no fuera lo que creemos? ¿Y si solo estuviéramos viendo un fragmento de algo mucho más grande?



El universo es fractal

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Un fractal es una forma o patrón que se repite a diferentes escalas. 

El universo se comporta de manera similar,  las estructuras y patrones que vemos en lo grande se repiten en lo pequeño, y viceversa. 

Esto significa que, si mirás algo muy de cerca o lo ves desde muy lejos, encontrás estructuras similares.


Lo que ocurre en la inmensidad de una galaxia es similar a lo que sucede en una célula. El macrocosmos y el microcosmos son reflejos uno del otro. Las neuronas se ramifican igual que los rayos en el cielo. La estructura de una hoja se parece al cauce de los ríos. Los patrones se repiten en distintas escalas, como si la misma inteligencia estuviera expresándose una y otra vez, desde lo más pequeño hasta lo más grande.

Si la forma se repite en distintos niveles de existencia, ¿por qué no habría de repetirse también la conciencia?

Nos cuesta imaginar que algo sin cerebro pueda experimentar la realidad. Pero eso es porque solo entendemos la conciencia desde nuestra propia perspectiva. El error no está en lo que miramos, sino en la escala desde la que lo hacemos.


"Ecala ser humano"
"Ecala ser humano"


La conciencia cambia según el nivel de percepción


Un pez no entiende que está dentro del agua, como nosotros no sentimos la atmósfera a nuestro alrededor. Una hormiga no puede percibir un rascacielos en su totalidad, pero eso no significa que el rascacielos no exista. Lo que podemos percibir depende de nuestra escala.

Si aplicamos esto a la conciencia, aparece una pregunta incómoda: ¿y si todo fuera consciente a su manera?

No podemos experimentar la realidad como una planta, pero sabemos que percibe la luz, reacciona al sonido, busca agua con sus raíces y se mueve en busca de nutrientes. ¿No es eso una forma de sensibilidad, de respuesta, de existencia consciente?

Y si vamos más lejos, una piedra puede parecernos inerte, pero a nivel microscópico es un entramado de átomos en vibración. Su estructura responde a fuerzas electromagnéticas, al calor, al tiempo. Cambia, se desintegra, se fusiona con la tierra. ¿Podemos decir con certeza que ahí no hay ningún tipo de percepción?


Me voy a ir muchísimo mas lejos, imaginate que hay una conciencia país, una concencia riñon, una conciencia inteligencia artificial.

¿Te parece muy loco?


Si solo definimos la conciencia desde el pensamiento racional, claro que todo lo que no sea humano parecerá inconsciente, inerte o random. Pero si ampliamos la mirada, si cambiamos la escala de observación, empezamos a ver que la vida no necesita ser como nosotros para estar despierta.



El lenguaje del universo: entre el karma y el código binario


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Si miramos más de cerca, la realidad parece estar tejida con información.

En la física, las partículas subatómicas no son objetos estáticos, sino paquetes de energía en vibración, respondiendo a patrones precisos. En la computación, todo lo digital se reduce a combinaciones de ceros y unos. En la filosofía oriental, el karma describe una red de causas y efectos donde cada acción deja una huella, organizando la experiencia sin necesidad de intervención consciente.


Distintos enfoques, la misma estructura oculta: un entramado de datos que se reconfigura constantemente. Como si la existencia misma fuera un programa en ejecución, donde todo lo que sucede obedece a una lógica más profunda.


Si un software responde a su código, ¿por qué la realidad no habría de hacerlo a sus propias leyes invisibles? Tal vez el karma no sea más que otra forma de programación: un sistema donde cada pensamiento, cada decisión, cada emoción genera un eco, propagándose en una red que se entrelaza y se reorganiza sin cesar.

Si el universo es un fractal de conciencia e información, entonces no hay líneas divisorias entre lo que pensamos, lo que hacemos y lo que experimentamos. Todo está conectado, reflejándose en distintos niveles de la misma inteligencia en movimiento.


La pregunta no es si el universo está codificado, sino si somos capaces de percibir su lenguaje.



Cuando dejamos de creernos el centro, sino en una escala distinta, entendemos que nunca estuvimos separados


Nos pasamos la vida creyendo que estamos solos. Eso es porque nos identificamos con nuestra mente, generando una identidad, el famoso ego, y eso mismo es lo que crea la ilusion de separación con el resto.


Pero si el universo es fractal, entonces la conciencia es una red infinita de experiencias interconectadas.


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Imaginemos por un momento que la conciencia no es algo exclusivo de los humanos, sino una cualidad del universo que se manifiesta en distintos niveles. Que lo que llamamos "pensar" es solo una forma de percibir la existencia, pero no la única.

Desde esta mirada, el viento que mueve las hojas, la piedra que se desgasta con el tiempo, el agua que encuentra su cauce, todo está en constante comunicación, en un flujo de inteligencia que no necesita palabras.

No somos un accidente dentro de un mundo muerto y mecánico. Somos una expresión del mismo patrón que se despliega en infinitas formas. Como una ola que cree ser independiente del océano. Como un hilo de una tela que no ve el tejido entero.


Al tener una mente que cataloga la realidad para sobrevivir, un "yo", que busca controlar la naturaleza, no podemos ver el macro de la situación.

Y esta bien, porque de esta manera podemos jugar a descubrirnos en la experiencia. Así juega la gran conciencia, dios, la gran inteligencia, Brahman, la maquina infinita de posibilidades, o como querramos decirle. Se autopercibe en la experiencia, y ahí necesita una conciencia de "yo" para bailar en su infinito, desde las experiencias finitas. Que parajoda no?


La trampa es que nos identificamos tanto con la experiencia que nos perdimos de lo real. Que no es que no está, está siempre, pero no lo vemos.

Es como ser una pintura y olvidarme de que soy obra de un pintor.



Si el universo es fractal, nuestros pensamientos también lo son


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Un pensamiento no surge aislado: es parte de una red, un patrón que se repite y se encadena con otros pensamientos, emociones y memorias. Si los miramos de cerca, parecen únicos. Si tomamos distancia, vemos que obedecen a estructuras más grandes.

Observar la mente desde una escala más amplia nos permite ver que no somos cada pensamiento individual, sino el espacio donde ocurren. Como las ramas de un árbol siguen la misma geometría que el tronco, nuestros pensamientos se organizan en patrones que se replican, creando estructuras de creencias, hábitos y percepciones.

Esto lo podemos ver muy claro cuando estudiamos la mitología. Patrones en nuestra personalidad que se repiten siguiendo un orden natural.


Cuando entendemos esto, dejamos de pelear con la mente. No se trata de detener los pensamientos, sino de verlos como parte de un sistema más grande.

Pero como nos resistimos, sufrimos. Como una hoja que se resiste al caer en otoño.



Lo que llamamos “realidad” no es más que información organizada en distintos niveles de percepción.

Cuando entendemos esto, dejamos de aferrarnos a la ilusión de que hay una única manera de ver las cosas. La mente organiza la realidad en fragmentos porque es su manera de operar, pero la conciencia puede expandirse más allá de esas limitaciones.


Al final, lo que percibimos como caos no es más que un orden que aún no hemos aprendido a leer. Porque nos polarizamos en un solo punto de vista.

Y cuando cambiamos esa mirada, esa perspectiva, esa manera de observar la vida como naturaleza pura, la experiencia de vida se convierte en amor.



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Cuando expandimos nuestra forma de mirar, el juicio se disuelve.

Comprendemos que hasta el pensamiento más caótico es solo una expresión de la misma inteligencia que ordena el cosmos. Desde ahí, la observación se vuelve amor.


El universo es un fractal: lo que ves es solo una escala de la realidad


Tal vez no se trata de encontrar respuestas absolutas, sino de cambiar la escala desde la que hacemos las preguntas.

Expandir la mente, abrir el corazón a nuevas posibilidades, y dejarse fluir como el agua.

Entender que hay muchas cosas que la mente humana no va a comprender. Quizás, no todo se puede catalogar. Sino solo vivir la experiencia directa.

Quizás, trascender ese pensamiento es lo que nos trae más cerca de dios. Como si la unión con el todo estuviese en el no-pensamiento, pero a la vez, aceptando el pensamiento como parte de nuestro propio universo-escala-humano.


Te invito a que esta información atraviese el pensamiento lineal. Lo lleves a una experiencia directa. Que invite un estado de conciencia que trascienda lo "correcto" o lo "incorrecto".

Contame que tal.



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© magdalena basualdo

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